Las labores individuales de rutina u operativas se pueden desarrollar desde cualquier espacio. No obstante, cuando se trata de pensar fuera de la caja, idear estrategias y cocrear con equipos multifuncionales, la presencialidad es clave.
El COVID-19 se lleva las palmas por potenciar la transformación digital e impregnarla en la cultura empresarial, además de haber roto paradigmas y permitido, en la gran mayoría de casos, que los colaboradores puedan trabajar desde sus casas o inclusive desde cualquier lugar del mundo.
Esto significó un ahorro en gastos de transporte y comida, un mejor balance entre la vida personal y el trabajo, mayor flexibilidad y autonomía para los trabajadores. Con una gestión eficiente del desempeño del colaborador y con el uso de sistemas colaborativos (Teams, Zoom, Meets, etc.) los resultados, dentro del contexto, han sido favorables.
“Este cambio a la fuerza nos muestra que, al parecer, las oficinas son prescindibles. ¿Pero es suficiente ese modo de trabajo para generar engagement, reinventarse y mantener una ventaja competitiva?”, cuestiona Carla Bugosen Tannous, consultora en empleabilidad.
Trabajar en remoto también ha traído efectos de soledad, vacío y añoranza por interactuar cara a cara con los compañeros de trabajo. Si bien se ha hecho el esfuerzo por acercarse a ello mirando a la cámara directamente o manteniendo el ángulo eye-eye, Bugosen considera que no hay tecnología que reemplace los beneficios de la comunicación no verbal en la interacción para conectar, generar sinergias y agregar valor como resultado de un verdadero trabajo en equipo.
“Las labores individuales de rutina u operativas se pueden desarrollar desde cualquier espacio. No obstante, cuando se trata de pensar fuera de la caja, idear estrategias y cocrear con equipos multifuncionales, la presencialidad es clave”, afirma la experta.
“El contacto visual nos hace visibles, nos hace recibir y emitir emociones. Las miradas nos permiten captar los distintos elementos en la comunicación. Son mensajes clave. Dan lugar a la escucha activa, la empatía y la capacidad de responder con asertividad, así como captar cuándo la otra persona desea intervenir o qué dicen sus ojos sobre lo que se acaba de decir”, explica Bugosen.
Los ojos, al ser vistos directamente, permiten dar y recibir. “Unos ojos que, al escuchar una frase (recibir), brillan e inspiran a la persona a potenciar una idea y se conecta con emoción a la escena (dar). Esta se contagia y así es como genera un efecto multiplicador en los demás”, indica Bugosen. Por otro lado, una mirada que se va del foco, un cruce de brazos luego de una frase dicha o un cambio de postura expresan mensajes o evocan emociones energizantes más allá de las palabras.
La experta considera que es momento de reinventarnos hacia un uso eficiente de oficinas destinado a generar valor humano y profesional, lo cual no se puede lograr desde casa.
Diario Gestión [28.03.2022]